En el próximo episodio de Sueños de libertad, las aguas vuelven a agitarse con movimientos calculados, estrategias silenciosas y un corazón partido que no encuentra consuelo. Don Pedro, como siempre, actúa con la precisión de un ajedrecista que nunca deja cabos sueltos. Pero esta vez, su jugada podría volverse en su contra. Joaquín, cada vez más alerta, podría convertirse en la amenaza que el director de la fábrica no vio venir.
Todo comienza en el despacho de dirección. Joaquín entra con cautela, sabiendo que cada paso que da en presencia de Don Pedro puede ser un terreno minado. El anfitrión lo recibe con una sonrisa ensayada, agradeciéndole por un detalle aparentemente insignificante: una botella de coñac. A cambio, le entrega una caja de puros, pero no para él —porque sabe que Joaquín no fuma— sino para que los reparta en una cena del círculo de empresarios. Un gesto aparentemente generoso, que en realidad es un intento milimétrico de ganarse su simpatía y, al mismo tiempo, ponerlo bajo su control.
Joaquín, incómodo, nota la maniobra. “Ni siquiera he sido invitado a esa cena”, responde. Pero Don Pedro lo tiene todo planeado: “La invitación está a mi nombre… pero es hora de que empieces a tejer tus propios contactos. A medio plazo, este despacho volverá a ser tuyo”. Una frase llena de promesas que podrían ser vacías… o una trampa.
El hijo de Damián intenta mantener la calma, pero su mente no deja de girar. Aprovecha para preguntar directamente por Gorriz, convencido de que este hombre es la clave en la muerte de Jesús… y que todas las pistas conducen, una y otra vez, a Don Pedro. Pero el astuto Pedro no se inmuta. “Tu tío no me perdona ni que esté casado con tu madre… todo esto es una venganza”, responde con frialdad. Asegura que Gorriz le pidió volver a la fábrica, pero él lo rechazó. Joaquín insiste: “¿Dónde ocurrió esa conversación?” Y Don Pedro, con voz firme, lanza su dardo: “Aquí no… habría sido una deslealtad, sobre todo para ti y para Tasio”.
Justo cuando la tensión alcanza su punto más alto, entra Digna. El ambiente se suaviza en apariencia, pero por debajo sigue hirviendo. Digna se muestra encantada al ver a su hijo y a su esposo tan bien avenidos. Pero las palabras dulces de Don Pedro esconden veneno. ¿De verdad piensa devolverle la dirección a Joaquín? ¿O solo lo está adormeciendo para evitar que siga escarbando?
Al otro lado del pueblo, en la casa de la familia Reina, se vive una escena muy diferente pero igual de cargada de emociones. Julia y Begoña regresan de una salida muy especial: cine y cena, madre e hija solas por primera vez. Julia está radiante, cuenta cada detalle con la emoción de una niña que se sintió adulta por un día. Andrés aparece en la galería y la escena se llena de ternura. Julia corre hacia él, feliz de compartir lo vivido, y le hace prometer que las acompañará la próxima vez.
Pero cuando Julia sube las escaleras, dejando a solas a sus padres, la alegría se diluye y queda solo el dolor. Andrés intenta mostrarse firme en su decisión de quedarse con María, pero no puede evitar el temblor en la voz cuando dice: “Lo que hemos vivido… hay cosas que voy a echar tanto de menos”. Begoña, sin poder contener la tristeza y la rabia, responde con una frase que quiebra el alma: “No podemos seguir fingiendo. No somos amigos. Yo necesito protegerme”.
La despedida es tan silenciosa como demoledora. “Voy a hacer todo lo posible por dejar de sentir lo que siento por ti”, le dice Begoña antes de subir las escaleras. Andrés queda paralizado, con la mirada perdida y el corazón roto. Sabe que, aunque eligió quedarse con María, el amor que siente por Begoña sigue siendo el único que le da sentido a su vida.
Y ahora, con este nuevo quiebre, todo está por cambiar. Joaquín, cada vez más convencido de que Don Pedro oculta algo oscuro, podría arriesgar su vida al seguir hurgando. ¿Será capaz de descubrir la verdad antes de que Don Pedro le cierre todas las salidas? ¿Es realmente un gesto de generosidad o una trampa para silenciarlo?
Por otro lado, Begoña y Andrés parecen destinados a un amor imposible. Pero ¿será capaz Begoña de mantenerse firme en su decisión? ¿Y cómo afectará todo esto a Julia, que todavía ve en Andrés al padre perfecto?
Lo único cierto es que Sueños de libertad nos sumerge en un torbellino de emociones, donde la sospecha, la estrategia y el amor se entrelazan en una danza peligrosa. Don Pedro ha hecho su jugada… pero Joaquín no es un peón cualquiera. Y mientras en el tablero algunos se despiden del amor, otros podrían estar caminando directo hacia una trampa sin retorno.
Déjanos tus teorías: ¿Está Joaquín realmente en peligro? ¿Qué pasará con Andrés y Begoña? ¿Puede el pasado ser enterrado… o siempre vuelve para cobrarse su precio? Muy pronto lo sabremos. ¡No te lo pierdas!