En el próximo e intenso capítulo de Sueños de libertad, la tensión se palpa en cada rincón de la casa de los De la Reina. El accidente de María no solo ha dejado una secuela física, sino que ha desencadenado una tormenta emocional y moral que amenaza con cambiar el destino de todos los involucrados.

María, tendida en la cama del hospital, se debate entre el dolor de sus heridas y el torbellino de sentimientos que arrastra por dentro. Su rostro refleja una mezcla de miedo, confusión y tristeza. Recuerda el momento exacto en que cayó por la barandilla y, aunque todo fue tan rápido, hay una imagen que no puede quitarse de la cabeza: los ojos de Andrés justo antes de que su cuerpo se precipitara al vacío. ¿Fue un accidente… o un acto impulsivo?

Mientras tanto, en la casa de los De la Reina, la noticia del accidente se ha propagado como la pólvora. Digna, que acaba de casarse con Damián, se muestra completamente solidaria con su sobrino Andrés. Cree firmemente en su inocencia, lo defiende ante todos y no duda en culpar a los nervios y la tensión del momento. “Mi Andrés jamás haría algo así. ¡Fue un accidente, estoy segura!”, exclama, mientras abraza al joven, que se muestra abatido y completamente destruido emocionalmente.

Damián, sin embargo, mantiene una postura mucho más fría y calculadora. Aunque le cuesta creer que su hijo haya empujado deliberadamente a María, también sabe que Andrés ha estado bajo mucha presión últimamente, y sus impulsos pueden jugarle malas pasadas. Lo cita a solas en su despacho y lo confronta directamente: “Quiero la verdad, Andrés. Toda la verdad. No me mientas”. Andrés, con lágrimas en los ojos, jura que no empujó a María, que simplemente fue un tropiezo, que discutieron, sí, pero que jamás quiso hacerle daño.

En paralelo, Marta, preocupada por las repercusiones legales y sociales que este incidente pueda tener, decide ir al hospital para hablar con María antes de que sea demasiado tarde. Sabe que la declaración de la joven puede significar la cárcel para Andrés… o su salvación. Marta se muestra amable, casi maternal, pero también lleva consigo un claro mensaje de advertencia. “María, sé que estás confundida y dolida, pero piénsalo bien antes de hablar con la policía. No tienes pruebas. No fue a propósito, ¿verdad?”, le dice, dejando una inquietante sombra de presión sobre la muchacha.

Pero María no está sola. Manuela ha sido la primera en enterarse del accidente y, sin dudarlo, ha corrido a informar a Raúl. El joven, que aún no ha podido perdonarse por alejarse de María, reacciona con furia al saber lo ocurrido. “¡Lo sabía! Andrés es un cobarde, un manipulador. No voy a dejar que esto quede impune”, grita, saliendo enfurecido rumbo al hospital.

En el hospital, el ambiente se carga aún más cuando Raúl aparece. Se encuentra con Marta en el pasillo, y la tensión entre ambos estalla. “¿Otra vez intentando encubrir a tu hermano?”, le espeta él. Marta, nerviosa, intenta mantener la compostura, pero no puede evitar sentirse acorralada. Raúl logra ver a María, y ella, al verlo, rompe en llanto. La presión de todos los que la rodean, el miedo a que no le crean, y el dolor de sentirse traicionada por quien creía diferente, la sobrepasan.

La policía también ha llegado. El informe médico está listo, y es el momento de la verdad: la declaración de María es crucial. ¿Fue un accidente o una agresión? El agente encargado del caso le pregunta directamente: “Señorita, ¿Andrés De la Reina la empujó con intención?”. María guarda silencio. Mira a todos los presentes, sus recuerdos se agolpan en su mente: la discusión, el forcejeo, la caída… Siente el peso del mundo sobre sus hombros.

Justo cuando va a abrir la boca, entra el doctor con noticias médicas: el golpe ha afectado una vértebra y deberá permanecer en observación varios días. La declaración se pospone, pero el ambiente se ha tornado aún más denso. Todos los ojos siguen clavados en María. ¿Se atreverá a denunciar a Andrés?

De vuelta en la casa De la Reina, la tensión entre los hermanos crece. Marta le recrimina a Andrés su comportamiento, mientras que él se siente incomprendido y abandonado. “¡Yo no la empujé! ¡No lo hice!”, grita una y otra vez, pero en el fondo, comienza a preguntarse si alguien realmente le cree.

En los pasillos del hospital, Digna conspira con Damián: quieren evitar a toda costa un escándalo, y si eso implica presionar a María de alguna manera, no dudarán en hacerlo. Pero lo que no saben es que alguien ha escuchado parte de su conversación… alguien que podría volcar el caso completamente: Hugo, un trabajador del hospital, testigo accidental del día del accidente, parece tener información clave.

La noche cae, pero el día no termina. María, sola en su habitación, abre los ojos tras un breve descanso. Mira el techo blanco y siente que no hay salida. Pero entonces entra Manuela con una noticia inesperada: “Hugo… dice que te vio discutir con Andrés antes de caer. Está dispuesto a testificar”.

¿Cambiará esto el rumbo de la historia? ¿Decidirá María hablar y denunciar a Andrés? ¿O se dejará llevar por el miedo, la presión y la influencia de los De la Reina?

Lo que está claro es que el próximo capítulo de Sueños de libertad será un punto de inflexión. Porque a veces, la libertad cuesta… y decir la verdad, más aún.