El capítulo 610 de La Promesa, que se emitirá el miércoles 5 de junio, promete estremecer los cimientos emocionales de todos sus seguidores con una secuencia que no dejará indiferente a nadie: Eugenia, al límite de sus fuerzas mentales, desencadenará una tragedia imposible de detener, y el eco de sus actos resonará por mucho tiempo en los pasillos de La Promesa.
Todo comienza con un día que debería ser de alegría: el bautizo de los nietos de Eugenia. Sin embargo, esa celebración se transforma en una auténtica pesadilla cuando Eugenia irrumpe en la ceremonia, desbordada, inestable… y con un arma en la mano. El pánico se apodera de los presentes, mientras nadie logra entender qué busca, cuál es su objetivo. Pero entonces, en medio de la confusión, su intención se revela con un disparo que congela el aire, seguido de una huida desesperada con el pequeño Andrés en brazos. La mujer, ajena al mundo, corre con el niño entre sus brazos, como si ese gesto pudiera reparar las grietas profundas de su corazón roto.
Curro, devastado, se lanza tras ella sin pensar, sabiendo que su madre está armada y fuera de sí. Las escenas que siguen son de un dramatismo insoportable: Eugenia ha llegado al torreón, el lugar donde tantos secretos y lágrimas han quedado atrapados entre sus muros de piedra. Allí, al borde del abismo —literal y emocional—, con Andrés apretado contra su pecho, lanza una amenaza aterradora: si alguien se acerca… se tirará con él al vacío.
El grito mudo que se extiende en el alma de todos los presentes es insoportable. ¿Está realmente dispuesta a acabar con todo? ¿Qué dolor la ha empujado hasta ese punto de no retorno? El tiempo se detiene mientras Curro, con lágrimas en los ojos, suplica que no lo haga. El destino de Eugenia, y de su nieto, pende de un hilo tan frágil como la cordura que le queda.
Pero mientras esta tragedia se desarrolla en el torreón, en el corazón de La Promesa se vive otro terremoto: Petra Arcos ha sido fulminantemente despedida por orden directa de doña Catalina. La dama de hierro de las cocinas no podía imaginar que aquel día común, rutinario, marcado por su inflexible disciplina, terminaría siendo el de su caída más humillante.
El encargado de transmitirle la noticia es Rómulo, quien —a pesar de su rostro siempre sereno— no puede evitar dejar entrever una sombra de compasión. La encuentra en la despensa, como siempre, organizando víveres con precisión casi militar. Pero el mensaje que trae no admite evasivas: “Doña Catalina ha decidido prescindir de sus servicios.” Las palabras caen como losa sobre Petra, que primero no lo cree, luego lo niega con furia. “¿Por qué?” exige saber. La respuesta la deja sin aliento: es considerada responsable de la excomunión del padre Samuel.
La acusación es como una puñalada. Petra, enardecida, se defiende: asegura que sus actos siempre buscaron proteger los valores morales del lugar. Pero Rómulo no está allí para debatir. Le entrega el sobre con la orden de despido y la liquidación. Petra lo arranca de sus manos con rabia contenida, prometiendo entre dientes: “Esto no quedará así.” Su marcha por los pasillos de la finca, con la cabeza alta y los hombros pesados de traición, es la imagen misma del orgullo herido que no perdonará.
Y mientras la noticia de su despido se extiende como el fuego, generando susurros de alivio en algunos y temor en otros, Petra comienza a maquinar su venganza en silencio. Porque ella no piensa desaparecer para siempre. No. La Promesa la ha desterrado, pero Petra ha abierto otra puerta… una que conduce al rencor, a la conspiración, y a un posible retorno devastador.
En otro rincón de la finca, las tensiones toman una forma más sutil, pero igualmente peligrosa. Leocadia, con su ambición afilada, tantea a Manuel, el joven heredero lleno de sueños y de ingenuidad. Su pasión por la aviación, plasmada en planos y promesas de innovación, lo ha llevado a buscar apoyo económico desesperadamente. Y Leocadia ha olido su vulnerabilidad como una loba hambrienta.
Se reúnen en el despacho, donde Manuel, con el brillo de la ilusión en los ojos, le presenta su proyecto. Pero Leocadia no mueve una pestaña sin un propósito. Escucha, calcula, mide. Y entonces deja caer su oferta: dinero, sí… pero a cambio de tener control en el proyecto. Manuel, atrapado entre su idealismo y la necesidad, duda. ¿Acaso está vendiendo su alma al diablo sin saberlo?
El episodio del 5 de junio no es simplemente un capítulo más. Es un punto de quiebre. Eugenia al borde del abismo. Petra expulsada como si fuera una intrusa. Leocadia tejiendo su red de poder. Y mientras todo esto ocurre, La Promesa se tambalea al borde de un nuevo caos.
¿Podrá Curro salvar a su madre y evitar una tragedia irreparable? ¿Volverá Petra con sed de venganza? ¿Caerá Manuel en las garras de Leocadia? El reloj avanza sin piedad, y en La Promesa, cada segundo puede ser el último. Este capítulo no solo removerá emociones: dejará una marca imborrable.