El capítulo del lunes en La Promesa nos adentra en un ambiente cargado de tensión y traiciones, donde los secretos salen a la luz y nada es lo que parece.
Lisandro, cada vez más cruel y manipulador, lanza un ataque directo contra Curro, humillándolo públicamente al convertirlo en sirviente de su propia sangre. Lo que muchos interpretan como otra vejación más, podría en realidad ser el inicio de una inesperada venganza. Curro, hasta ahora sometido, empieza a mostrar señales de rebeldía. ¿Será este el momento en que cambie las reglas del juego?
Mientras tanto, en los rincones sombríos del palacio, Leocadia despliega su plan más siniestro hasta ahora. Con una sonrisa hipócrita, distrae a Eugenia mientras Lorenzo adultera el linimento que ella utiliza, añadiendo una droga destinada a anular su voluntad. El dúo actúa con precisión, como si ya hubieran ensayado esta escena muchas veces. Eugenia, cada vez más débil y confundida, se convierte en una víctima perfecta para sus oscuros propósitos.
Por otro lado, Vera recibe de parte de López una joya valiosa que, lejos de ser un gesto romántico, esconde una historia sangrienta. El origen de ese obsequio no solo es cuestionable, sino que lo que Vera está a punto de descubrir puede desencadenar una avalancha de revelaciones: asesinatos por encargo, traiciones, y una red de secretos capaz de destruir no solo vidas, sino la estructura misma de La Promesa. La joven, determinada a llegar al fondo del asunto, se adentrará en un camino que la llevará a enfrentarse cara a cara con la verdad más macabra.
Adriano, con su instinto agudo, comienza a hilar cabos sueltos. Todo indica que Lisandro no es quien dice ser, y su aparente conexión con el conde de Monteverde podría ser clave para derrumbar el castillo de mentiras en el que se ha convertido la finca. Esta revelación podría liberar a los Luján de una amenaza silenciosa que lleva años creciendo en las sombras.
En medio de este torbellino, Manuel Luján emprende su propia cruzada. Todo comienza con una sospecha que va tomando forma hasta convertirse en una certeza paralizante: ha sido engañado. La figura discreta de Toño, su chófer de confianza, comienza a desmoronarse. Tras una visita del sargento Burdina, Manuel nota algo que lo descoloca: Toño, siempre imperturbable, tiembla visiblemente, como si su máscara comenzara a resquebrajarse.
Decidido a confirmar sus sospechas, Manuel contacta al cuartelillo de la Guardia Civil de Valverde de la Jara. Allí le informan, con total seguridad, que no existe ninguna denuncia registrada por parte de Toño, ni hay investigación alguna en curso. Lo que él creía una realidad sólida se transforma en un espejismo doloroso. El chófer le ha mentido, construyendo una historia falsa con tanta precisión que incluso Manuel había creído cada palabra.
La sensación de traición es tan profunda como hiriente. El coche desaparecido, el dinero perdido, la aparente angustia de Toño, todo forma parte de una farsa cuidadosamente planificada. Lleno de rabia y frustración, Manuel llama de inmediato al sargento Burdina, convencido de que están frente a una conspiración más grande de lo que habían imaginado. Toño, el hombre que había sido como de la familia, no es quien dice ser. Podría tratarse de un infiltrado, un enemigo oculto con intenciones peligrosas.
Burdina, curtido en mil batallas, reacciona con rapidez. Le ordena a Manuel que no confronte a Toño y que actúe con normalidad, mientras él se dirige inmediatamente a la finca. Sabe que cada minuto cuenta, y que lo que está a punto de descubrir puede cambiarlo todo. La tensión se apodera de Manuel. Siente que está en medio de una cacería, pero no sabe si es el cazador o la presa.
A medida que las piezas encajan, empieza a ver conexiones oscuras: la agresión brutal que sufrió Curro, la silueta misteriosa que algunos sirvientes dicen haber visto la noche del robo, y la actitud cada vez más agresiva de Lisandro. ¿Podría Toño estar detrás de todo esto? ¿Es solo un peón más o el titiritero principal?
El episodio avanza con un ritmo vertiginoso. En medio de los lujosos, pero ahora opresivos pasillos de La Promesa, se respira miedo. Nadie está a salvo. La noble fachada de la finca comienza a agrietarse y, detrás de cada gesto amable, podría esconderse una daga lista para apuñalar.
Todo indica que lo que viene no será fácil para nadie. Las máscaras caerán, los aliados se convertirán en enemigos, y las traiciones serán la moneda corriente. Las decisiones tomadas en la oscuridad empezarán a rendir cuentas, y la verdad, aunque dolorosa, saldrá a la luz.
Lo que parecía ser solo una historia de amores y secretos familiares se transforma en una lucha por la supervivencia, donde cada personaje deberá decidir hasta dónde está dispuesto a llegar para proteger lo que ama… o lo que le queda.
‘La Promesa’ se adentra esta semana en un abismo de secretos, manipulaciones y crímenes encubiertos. Y cuando el telón caiga, nadie saldrá ileso.