Viajar hasta La Promesa en 1916 no era un trayecto fácil ni cómodo. Este viaje sería una odisea, tanto para la gente adinerada como para los más humildes. Al ser una finca tan aislada, el viaje requería de mucha paciencia y esfuerzo.
1. El viaje desde Madrid hasta Córdoba
El primer paso en el trayecto de cualquier visitante de La Promesa sería tomar un tren de Madrid a Córdoba, que en 1916 era posible gracias a una línea ferroviaria que databa de 1866. Este viaje, que hoy tomaríamos por sentado, podía durar hasta 17 horas, dependiendo del tren que se tomara.
Los viajeros tenían la opción de viajar en tres clases:
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Primera clase: 194 reales con 50 céntimos
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Segunda clase: 150 reales con 75 céntimos
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Tercera clase: 92 reales con 50 céntimos
La opción más común era el tren correo o expreso, siendo el primero más barato pero mucho más lento, con numerosas paradas en pueblos como Aranjuez, Ocaña y Manzanares. Los trenes de lujo, como el expreso, viajaban más rápido pero también eran mucho más caros. En esos días, los viajeros, especialmente los de clase alta, llevaban consigo sombreros de paja, guantes de viaje y un pañuelo para protegerse del polvo del viaje. En lugares como Linares o Manzanares, paraban para comprar viandas (comida) en las estaciones, ya que el servicio de comida en los trenes de la época no era habitual.
Además, era esencial llevar agua fresca en una bota o un recipiente similar debido al calor sofocante del verano español.
2. Córdoba: Una parada obligatoria
Después de unas largas 17 horas, los viajeros llegaban a Córdoba, donde tenían la opción de descansar o continuar su viaje. Muchos preferían hospedarse en lugares de lujo como el Hotel Suizo o el Hotel Regina, y disfrutar de la ciudad. Córdoba, con su famosa mezquita y su plaza de las Tendillas, era un lugar ideal para pasar una noche antes de continuar. Sin embargo, aquellos con menos recursos, o quienes no deseaban perder más tiempo, se quedaban en posadas más humildes del casco antiguo de la ciudad.
3. El tramo final: Córdoba a La Promesa
Ahora, lo más complicado: llegar a La Promesa. Aún en 1916, la zona donde se encontraba el palacio seguía siendo rural y remota, por lo que los viajeros se enfrentaban a un terreno lleno de obstáculos. La opción más lujosa era alquilar un automóvil con chófer para viajar desde Córdoba al Valle de los Pedroches. Sin embargo, los caminos de la época no eran de calidad, por lo que no era raro que los automóviles se quedaran atascados o averiados en las empedradas sendas.
Otra alternativa era utilizar diligencias o carros de postas, vehículos que eran muy comunes en las zonas rurales. Este viaje sería largo y agotador, pero también muy pintoresco: los viajeros pasaban por ventas, pequeñas aldeas, y ermitas donde se detenían para descansar a los caballos. Las paradas en el camino incluían charlas con arrieros, campesinos, niños descalzos y, en general, la vida rural española, que estaba completamente alejada de las comodidades urbanas. ¡Una verdadera experiencia de viaje en el corazón de Andalucía!
4. Llegada a La Promesa
Por fin, después de una larga travesía, los viajeros llegarían a Luján, un pueblo donde aún faltaría un tramo para llegar hasta el palacio de La Promesa. Lo que quedaba era caminar o alquilar un coche o caballo local. Sin embargo, al llegar al pueblo, el viajero ya podría sentir que, a pesar de las dificultades del trayecto, el esfuerzo valdría la pena: el Palacio de La Promesa les esperaba.
5. Conclusión: El final del viaje
La llegada a La Promesa marcaría el inicio de una estancia que podría durar mucho tiempo. Esta finca, en el corazón del Valle de los Pedroches, se convertiría en un refugio para muchos, un lugar donde los dramas y secretos de la vida de los personajes de la serie tomarían forma.
¿Te imaginas lo que sería viajar a La Promesa en 1916? ¿Qué parte del viaje te parece más fascinante?