“El poder no se tiene, se ejerce. Y el nuestro, Petra, está por encima de todos los demás.”
Así susurraba Cruz Ezquerdo en los oídos de su leal doncella. Y ahora, años después, incluso desde la prisión, su voz sigue latiendo en las paredes de La Promesa.
Pero ese poder —concentrado en un retrato perturbador— acaba de ser aniquilado.
La desaparición del cuadro ha sacudido los cimientos del palacio. Nadie vio nada. Nadie oyó nada. Solo quedó el silencio de una madrugada en la que alguien, movido por la rabia, el dolor o el miedo, decidió enfrentarse a la marquesa… con una cuchilla.
El lienzo fue destrozado. El rostro pintado de Cruz, dividido en tiras, reducido a harapos. Su presencia, su poder, su amenaza, se esfumaron en un acto de destrucción silenciosa. Pero el crimen no fue una simple expresión de odio: fue una declaración de guerra contra el pasado.
Martina se desmaya. Alonso se quiebra. Pía olvida una carta y desata la furia de Cristóbal, quien guarda secretos más oscuros de lo que parece. Catalina y Martina intentan curar heridas viejas, pero las cicatrices supuran dolor, traición, orgullo. Y mientras tanto, Curro consuela a Manuel, quien confiesa haber hablado con el cuadro… como si esperara que Cruz respondiera desde el lienzo.
¿Quién fue el responsable de destruir el retrato? ¿Manuel, consumido por la culpa? ¿Catalina, harta de los fantasmas del pasado? ¿Cristóbal, al borde del abismo por una carta perdida? ¿O fue Petra, en un último acto de lealtad… o de liberación?
Cada rincón del palacio está contaminado por la sospecha. El cuadro maldito no solo generó temor. Era una llama que quemaba lento… hasta que alguien no soportó más.
Y mientras Toño vive un amor que parece salvarle del olvido con Enora, Leocadia teje una red de ambiciones ocultas. Ofrece comprar toda la empresa de mermeladas, pero su verdadero propósito es más siniestro: entregar todo a un enemigo oculto.
Las cartas están sobre la mesa. Las máscaras comienzan a caer.
Y cuando la luz del nuevo día ilumine el salón vacío… la pregunta ya no será si Cruz sigue teniendo poder desde su encierro.
Será: ¿quién la destronó… y por qué?
¿Qué crees tú? ¿Fue un acto de justicia o una señal de que el verdadero caos apenas comienza?