“¡No he hecho nada! Soy inocente, de verdad…” Las palabras de Remedios Hoyos resonaban en el aire, llenas de desesperación. Mientras era escoltada por la policía fuera de la fábrica, la confusión reinaba entre sus compañeros y empleados. Para muchos, la noticia parecía inconcebible: ¿Cómo podía ser ella la responsable de lo que había salido mal en el laboratorio?
Begoña, testigo de la escena, no lograba procesarlo. Remedios, la mujer sencilla que había estado años dedicada a tareas humildes, nunca había mostrado señales de estar involucrada en algo tan grave. En su mente, siempre había sido la imagen de la honestidad, el trabajo arduo y la dedicación. Por eso, al ver a su colega ser arrestada, Begoña no podía evitar preguntarse si todo esto era el resultado de un error, una injusticia. Pero entonces, Gabriel aparece y le explica que, aparentemente, Remedios había sido acusada de robar la fórmula secreta del perfume de la empresa. ¿Cómo podía ser posible?
El rostro de Begoña se quedó petrificado. La imagen de Remedios como una mujer trabajadora y honesta se desmoronaba en un instante, pero había algo dentro de ella que se negaba a creer que esa persona pudiera estar involucrada en un crimen tan grave. Gabriel, con su experiencia como abogado, mencionó que tal vez Remedios había sido presionada, chantajeada o incluso manipulada sin darse cuenta. ¿Quién estaría detrás de todo esto? ¿Y cuál podría ser el motivo?
En la conversación, la sospecha de que Remedios podría haber sido sobornada por la empresa rival, Brosart, comenzó a cobrar fuerza. Gabriel sugirió que tal vez la mujer había cedido a la tentación de recibir una suma de dinero para abrir una mercería con su hija. Aunque la teoría era tentadora, las pruebas seguían siendo inexistentes. Begoña, visiblemente confundida, no podía dejar de preguntar a Gabriel si él creía que Remedios realmente había cometido el crimen. Gabriel, sin querer emitir una sentencia tan rápida, dejó claro que el hecho de que Remedios hubiera sido arrestada no era una casualidad. Algo debía haber sucedido para que llegaran a ese punto.
Lo que realmente perturbaba a Gabriel no era solo la idea de defender a alguien que podría ser culpable, sino la posibilidad de que alguien en quien había depositado su confianza, alguien cercano, pudiera haberle mentido de esa manera tan cruel. El dilema moral que enfrentaba se tornaba más y más complejo a medida que analizaba la situación.
Begoña, al ver la determinación de Gabriel, le advirtió sobre los riesgos que implicaba intervenir en este caso, especialmente si eso lo ponía en contra de Don Pedro, el jefe de la empresa. Gabriel no parecía preocupado por las consecuencias, ya que su conciencia estaba tranquila. Sabía que, a diferencia de otros que se verían aliviados por ver desaparecer las acusaciones, su lucha era por la justicia y la verdad.
“Lo que realmente me duele”, dijo Gabriel en voz baja, “no es encontrar la verdad o defender a alguien… es aceptar que una persona en quien confiabas profundamente te haya engañado por completo”.
Begoña, por su parte, se quedó en silencio. A pesar de todos los argumentos, la idea de que Remedios pudiera haber traicionado esa confianza le parecía algo casi imposible de aceptar. ¿Qué pasa cuando aquellos a quienes más crees inocentes, son los que pueden resultar culpables? Esta incógnita quedó flotando en el aire, como una sombra que se cernía sobre todos los personajes involucrados.
¿Crees que Remedios fue víctima de una manipulación o realmente está involucrada en el crimen? ¿Qué piensas de la decisión de Gabriel de defenderla a pesar de los riesgos?