“Yo vi tu tumba. Te lloré cada noche. ¿Cómo puedes estar viva?” — susurró Manuel, con el alma temblando en pedazos.
En “La Promesa”, la calma aparente de los nuevos proyectos de Manuel y su creciente cercanía con Enora están a punto de romperse con un golpe tan devastador como inesperado: Hann ha regresado. Pero no es la misma. Literalmente.
Todo comienza cuando Manuel, más vivo que nunca tras meses de duelo, canaliza su pasión y dolor en un nuevo proyecto de aviación junto a Enora y Toño. Sus días se llenan de martillos, cálculos, polvo de madera y sonrisas cómplices. Sin embargo, mientras el trabajo avanza, algo mucho más delicado se teje entre las paredes del viejo taller: el corazón de Manuel empieza a tambalearse.
Los pequeños gestos entre Enora y Toño despiertan en él un monstruo familiar: los celos. Y aunque Manuel intenta resistirse a la atracción que siente por Enora, su cuerpo, su mirada, lo traicionan. Hasta que un día ella lo confronta. “Te amo, Manuel”, confiesa. Él, dividido entre la lealtad a su difunta esposa y la chispa que siente por Enora, la rechaza… por ahora.
Todo cambia cuando Alonso anuncia un evento regional: el avión debe estar listo, y Manuel será el piloto. Pero justo cuando todo parecía al fin alinearse, el destino lanza su último y más cruel giro.
A minutos del vuelo inaugural, entre la multitud vestida de gala y los niños admirando la máquina voladora, una figura femenina atraviesa el patio. Su vestido se mece al viento, su mirada es conocida, pero irreal. Hann. Viva. Frente a todos. Pero ahora interpretada por otra actriz, casi un reflejo exacto de Ana Garcés.
El impacto es absoluto. Manuel deja caer la herramienta, Alonso queda mudo, Enora tiembla. El pasado revive, más vivo que nunca.
“Estoy viva, Manuel. Pía me ayudó a fingir mi muerte. Tenía que descubrir quién me quería muerta… y está entre vosotros”, dice Hann, dejando caer una bomba aún más fuerte.
Pero el verdadero golpe no es su regreso, sino lo que dice después: no ha venido a quedarse.
“No puedo volver contigo”, confiesa a un Manuel roto, aún temblando por su abrazo. “Tú debes ser feliz… con ella. Con Enora.”
La escena se congela. Manuel, entre dos amores imposibles. El avión, el evento, el mundo entero se diluye en la tensión de ese triángulo devastador. Y es en su silencio —esa respiración contenida, esa mirada perdida entre las dos mujeres— donde se grita la verdad más dolorosa.
¿Y ahora qué hará Manuel? ¿Conservará el recuerdo o abrazará el futuro? ¿Y Enora… podrá confiar en un amor nacido de cenizas?