Era una tarde aparentemente común, sin nada que presagiara el drama que estaba por desatarse. Julia, disfrutando de un delicioso flan, se encontraba conversando con María y Begoña, cuando mencionó que Gabriel la estaba ayudando con un trabajo de geografía. Un detalle aparentemente inofensivo, pero que pronto se transformaría en el centro de una sutil batalla por su atención.
Gabriel, siempre preparado, apareció con un maletín lleno de fotos, mapas y recortes sobre Canarias, con la intención de impresionar a Julia y hacer que su tarea fuera un éxito rotundo. Entre esas imágenes destacaban unas espectaculares fotos de La Palma que dejaron a Julia maravillada. “Mira, Julia”, dijo Gabriel, “si quieres, esta tarde te ayudo a ilustrar el trabajo. Te puedo enseñar cómo poner las fotos para que quede precioso”.
María, que había estado observando desde un rincón, se unió a la conversación y expresó su apoyo a la idea, incluso con un toque de humor. “Buena idea, Gabriel. Así yo no tengo que estar todo el día ayudando con las tareas escolares”. Pero lo que parecía ser una tarde tranquila de estudio, pronto tomaría un giro inesperado.
En ese momento, Gabriel aprovechó la oportunidad para invitar a Julia a dar un paseo por el río, proponiéndole también una merienda y más historias sobre La Palma. Pero justo cuando Julia se mostró entusiasmada por la idea, Begoña, quien hasta entonces había permanecido en un segundo plano, intervino de manera suave pero firme. Con un tono algo triste, le explicó que tenía una sorpresa para Julia, y que, aunque no disponía de la tarde libre, sentía que esa ocasión merecía ser especial.
La sorpresa no tardó en revelarse: un potrillo recién nacido en la finca de un compañero de Andrés en la Academia Militar. Julia, emocionada, no pudo evitar preguntar si podrían ir a verlo y ayudar a alimentarlo. Begoña, con una sonrisa, confirmó que sí, y añadió con entusiasmo: “Incluso puedes montarte en un caballito si te apetece”. La idea era tentadora, y los ojos de Julia brillaron de emoción.
María, aunque algo sorprendida por el cambio de planes, aceptó sin dudarlo, permitiendo que Julia disfrutara de la nueva aventura. “Está bien, hija, pero solo si a Gabriel no le importa que aplacemos el paseo”, dijo con una leve sonrisa. Gabriel, siempre elegante y diplomático, respondió con una sonrisa que reflejaba su comprensión: “¿Qué se le va a hacer?” No podía competir con la ternura de un potrillo recién nacido.
La situación dejó claro que los planes de Gabriel con Julia habían sido interrumpidos por la sorpresa de Begoña. Pero lo que parecía ser un simple cambio de actividades, en realidad, ocultaba una competencia sutil entre los adultos, por la atención de la niña. Mientras Gabriel observaba resignado, Begoña aprovechó la oportunidad para invitar a Gabriel y Andrés a acompañarla al despacho para tratar un “asunto urgente”. Esta pequeña interrupción dejó en el aire una sensación de tensión entre los adultos, que se palpaba en cada gesto y decisión.
Por su parte, María, aunque contenta con la implicación de Gabriel, no podía evitar sentir cómo sus propios planes se veían desplazados por la intervención de Begoña. La tarde seguía su curso, pero la atmósfera estaba cargada de una tensión sutil, como una pequeña chispa esperando el momento perfecto para encender una llama. En ese preciso instante, no solo la niña se encontraba entre las decisiones y los afectos de los adultos, sino que las relaciones entre ellos también comenzaban a ser redefinidas, marcadas por un juego silencioso de poder, simpatías y afectos que aún no se había resuelto.
¿Qué opinas de la competencia sutil entre Gabriel y Begoña por la atención de Julia? ¿Crees que hay algo más detrás de sus acciones?