La Promesa se convierte en un escenario de desesperación donde la pequeña Rafaela, atrapada por una fiebre mortal, lucha por su vida mientras las conspiraciones y traiciones amenazan con devorar la familia Luján. La tensión en el palacio es tan densa que se puede cortar con un cuchillo, mientras el veneno recorre las venas de la niña y el poder de una fuerza invisible impide que cualquier ayuda llegue a tiempo.

Catalina, con una certeza helada en su mirada, se enfrenta a su padre Alonso y pronuncia un nombre que resuena como una sentencia: el Marqués de Andújar. Este nombre, que hasta entonces había sido solo un rival en las sombras, ahora se convierte en el epicentro de una red de venganza, corrupción y secretos enterrados. Los Luján, atrapados en esta tela de araña, se ven obligados a enfrentarse a la posibilidad de que el enemigo que siempre han temido no esté fuera del palacio, sino dentro de él.

Mientras Rafaela sigue luchando por su vida, su cuerpo debilitado por la fiebre, Alonso recorre su despacho, envuelto en una desesperación que lo consume. Ha movilizado a todos sus contactos, ha llamado a los médicos más reputados, pero todos se niegan a atender a su nieta. Las excusas son tantas y tan inverosímiles que no dejan lugar a dudas: alguien está moviendo los hilos detrás de las sombras, alguien está manipulando la situación para condenar a la pequeña a la muerte. Alonso, en un ataque de ira, golpea la mesa con el puño, incapaz de entender cómo es posible que en su propio dominio, un médico no pueda ser encontrado para salvar a su nieta.

Catalina, al entrar en el despacho, no duda ni un instante: sabe que este es un ataque premeditado, orquestado por alguien con poder y sin escrúpulos. Su voz, fría y decidida, lanza la acusación: “Es él, el Marqués de Andújar”. Un nombre que destapa un entramado de intrigas que ha estado gestándose durante años, desde el incidente en la fiesta hasta los recientes problemas con las cosechas y la caída en desgracia de la familia Luján. La venganza que Andújar ha estado cultivando parece ahora más tangible que nunca, y Catalina está convencida de que detrás de todo esto está él. Pero, ¿realmente será el Marqués el culpable de tan oscuros sucesos?

Mientras la familia lucha contra el veneno que acecha a Rafaela, otros personajes en el palacio también se ven atrapados en sus propios dilemas. En los pasillos del servicio, Petra y María Fernández, con una preocupación común, se esconden en la despensa, nerviosas y tensas. La desaparición de Samuel, el joven diácono, ha sumido a ambas mujeres en una inquietud que no pueden disimular. Deciden tomar un riesgo desesperado: utilizar el teléfono del despacho para contactar con el obispado y obtener noticias de Samuel. Esta llamada, aunque aparentemente inofensiva, representa una transgresión enorme dentro de las estrictas reglas del palacio, y ambas mujeres son conscientes del peligro que corren si son descubiertas.

En la oscuridad de la noche, se adentran sigilosamente en los pasillos del palacio, el sonido de sus pasos amortiguado por el silencio sepulcral que envuelve a la casa. Al llegar al despacho de Alonso, la luz de la luna proyecta largas sombras a través de los ventanales, y Petra, con manos temblorosas, toma el teléfono. Mientras María vigila la puerta, la tensión en el aire es palpable. Justo cuando Petra está a punto de hacer la llamada, una figura aparece en el umbral de la puerta: Cristóbal Ballesteros, el mayordomo, ha llegado para interrumpir su plan. Con una mirada fría y una voz cortante, les pregunta: “¿Se puede saber qué están haciendo ustedes dos aquí?” La verdad se desploma sobre ellas como un peso insoportable. Ballesteros ha descubierto su intrusión, y con él, llega la promesa de un castigo severo.

Lejos de la intriga en los pasillos, Ángela y Curro se encuentran en un rincón apartado de los jardines, buscando consuelo en un amor clandestino. En la oscuridad, sus manos se entrelazan, y aunque la presión sobre Ángela es cada vez mayor, ella se encuentra en un momento de vulnerabilidad. Su madre, Leocadia, sigue presionándola por la caída en desgracia de la familia, especialmente después del incidente con el Marqués de Andújar, quien ha dejado una marca imborrable en la familia Luján. Ángela siente que su amor por Curro ha puesto en peligro su posición en la alta sociedad, y su madre, al no recibir invitaciones de la nobleza, la acusa de manchar el honor familiar. Sin embargo, Curro, aliviado por su amor por ella, trata de calmar sus temores, asegurándole que no ha hecho nada malo y que quienes se alinean con Andújar no merecen su compañía.

Mientras tanto, en el taller de aviones, Nora, socia de Manuel, está atrapada por la desesperación. Un error logístico que parece trivial, el envío incorrecto de un paquete, ahora amenaza con destruirlo todo. Al principio, parecía una confusión menor, pero ahora Nora sabe que las implicaciones son mucho más profundas. Ha enviado el paquete equivocado, el que contenía información crucial, al destinatario incorrecto. Cuando finalmente le revela la magnitud de la situación a Toño, el joven mecánico le responde con lealtad, pero con firmeza: “No puedo hablar, lo prometí a Manuel”. La frustración se apodera de Nora, y el miedo de que el destino del paquete perdido esté fuera de sus manos la consume por completo.

El capítulo se adentra en una espiral de secretos, mentiras y traiciones, mientras los personajes luchan por encontrar respuestas a preguntas sin resolver. Catalina ha acusado al Marqués de Andújar, pero ¿será realmente él el culpable de esta conspiración mortal? Y mientras Rafaela sigue luchando por su vida, ¿quién saldrá victorioso en esta guerra de sombras? La Promesa, un campo de batalla invisible, sigue siendo el escenario donde las pasiones y las conspiraciones se entrelazan, amenazando con destruir todo lo que alguna vez fue sagrado.