“Cuando el silencio se convierte en estrategia, el golpe más devastador llega sin previo aviso.”
La mañana del 15 de julio amaneció brillante en La Promesa, pero la luz dorada que bañaba los tejados del palacio era una ilusión cruel. Bajo su esplendor, hervía un mundo de tensiones, ambiciones rotas y lealtades puestas a prueba. Nadie en esa finca imaginaba lo que estaba por desatarse. Y mucho menos, Leocadia.
Desde que se convirtió en socia mayoritaria del taller de motores, Leocadia se ha paseado por el palacio como emperatriz recién coronada. Sus palabras son órdenes, sus gestos, dictados. Hoy, decidió humillar públicamente a Manuel, vetando la contratación de un nuevo mecánico con un tono altivo y cruel. No dio razones. No las necesitaba. Según ella, todo debía girar en torno a su criterio.
Pero cometió un error fatal: subestimó a Manuel.
Mientras se deleitaba con su pequeña victoria, ignoraba por completo que Manuel había aprendido a resistir. No con gritos ni con rabia, sino con inteligencia. Y en el cajón de su escritorio descansaba un contrato, un documento olvidado por Leocadia, firmado en un momento en que la empresa pendía de un hilo. Ese contrato le otorgaba a Manuel un poder que ella jamás imaginó. La humillación pública de hoy no fue sino el prólogo del derrumbe.
Sin embargo, el desastre para Leocadia no viene solo.
El escándalo entre Ángela, su hija, y el marqués de Andújar comienza a propagarse como fuego entre la nobleza. Murmullos en los pasillos, cartas interceptadas, miradas envenenadas. La reputación que tanto ha construido, el título nobiliario que ansía, todo se tambalea al borde del abismo. Y la gran pregunta flota en el aire: ¿Callará para proteger a su hija o la sacrificará para salvar su ambición?
Mientras tanto, en las cocinas, Vera no logra ocultar su angustia. López, su amado, lleva días infiltrado en casa de los duques de Carril, investigando en secreto. Y aunque todos intentan tranquilizarla, su corazón sabe que el peligro lo ronda. Las súplicas de Pía y la confianza ciega de Curro en su amigo no bastan para disipar el miedo.
Porque el enemigo ha regresado.
Lorenzo de la Mata, ese capitán oportunista, aparece sin aviso en el palacio de los duques. ¿Qué busca? ¿Un negocio más en la joyería Job? ¿Venganza? ¿O algo peor? Con Lope infiltrado y Basilio, el sirviente del duque, sospechando cada vez más, cualquier paso en falso puede costarle la vida.
Las piezas del tablero están colocadas.
Leocadia, cegada por el poder. Manuel, decidido a recuperar lo que le pertenece. Vera, consumida por la incertidumbre. López, caminando por la cuerda floja de una misión que podría acabar en tragedia. Y Lorenzo, el jugador oscuro, que nunca da un paso sin ocultar una daga bajo la capa.
En La Promesa, cada decisión marca el destino de muchos. Y cuando caiga la noche del martes, puede que ya sea demasiado tarde para cambiar el final.
¿Hasta dónde llegará Leocadia para conservar su trono… y a quién estará dispuesta a sacrificar?