“Me llamó distracción… y luego me trató como una espía.”
Las palabras de Enora rompieron en mil pedazos la frágil calma con la que Manuel aún sostenía su vida dentro del palacio. Para él, lo que acababa de escuchar no era solo una muestra más de la arrogancia de Leocadia, sino un agravio imperdonable. Humillar a Enora no solo como mujer, sino como persona, y atreverse a cuestionar sus intenciones con acusaciones veladas de espionaje… era una línea que su madre no debía haber cruzado.
Todo ocurrió al amanecer. El día apenas comenzaba y ya se sentía como si las paredes de La Promesa estuvieran a punto de derrumbarse. En una salita olvidada del palacio, Enora relataba, entre lágrimas y temblores, la brutal conversación que había tenido con Leocadia. Sus palabras no eran insultos a gritos, eran frases medidas, punzantes, envueltas en elegancia venenosa. Cada palabra un dardo. Cada frase, una trampa.
“Una joven sin apellido ni dote no tiene sitio en este mundo,” le había dicho Leocadia con voz melosa. Pero lo peor fue la sospecha: ¿quién te envía, Enora? ¿Para quién espías en esta casa?”
Manuel escuchaba con el rostro blanco de ira. Sus puños cerrados, su mandíbula tensa. Ya no era un hijo tolerando los excesos de su madre. Era un heredero al borde del estallido, un hombre dispuesto a enfrentarlo todo por justicia y por amor.
“Esto se ha terminado,” dijo con voz firme. Y se fue directo a buscarla. A exigirle respuestas. A exigirle el respeto que nunca debió ser pisoteado.
Mientras tanto, en Carril, en el opulento pero sofocante palacio de los duques, López vivía su propio calvario. Era tratado como una marioneta por don Gonzalo, un duque cruel y caprichoso que lo utilizaba como juguete en sus momentos de aburrimiento. Pero el juego tenía un propósito oscuro: chantajear, manipular, sonsacar información. Y el cocinero lo sabía. Lo sentía en cada palabra disfrazada de humor.
Sin embargo, una figura inesperada se alzó como su posible salvación: Federico, el joven sobrino del duque. Más humano, más sensible, y también herido por su pasado. Al hablar con López, recordó una pista: una libreta marrón que Yana usaba para investigar la desaparición de su madre y hermano. Esa libreta podía contener nombres, fechas, verdades que muchos estaban dispuestos a enterrar.
¿Y dónde está esa libreta ahora? En La Promesa, en algún lugar del palacio, quizás ya destruida… o quizás a punto de salir a la luz.
Pero eso no es todo.
En los pasillos del poder, Catalina y Adriano se enfrentan a un nuevo muro: Alonso, que amenaza con retirar su apoyo a su lucha por los jornaleros. Martina y Jacobo, por su parte, tejen redes para ganarse el favor del varón de Valladares, mientras Petra vive bajo el yugo asfixiante de Cristóbal, quien ha decidido controlarla hasta el último paso.
Y en medio de este tablero de tensiones, estalla un escándalo inesperado: Ángela ha golpeado al marqués de Andújar. El rumor corre como fuego y divide el palacio entre los que la defienden y los que ya preparan su condena.
Por si fuera poco, Santos regresa. Y con él, un secreto que amenaza con hacerlo todo volar por los aires.
Capítulo 634 de La Promesa no es un simple episodio. Es una guerra emocional, política y moral. Es el momento en que los personajes muestran de qué están hechos… y en el que las máscaras empiezan a caer.
¿Manuel podrá doblegar a su madre? ¿Sobrevivirá Enora a la furia que ha desatado? ¿Y quién logrará salvar lo que queda de verdad entre tantas mentiras?