El eco del robo en el dispensario sigue vibrando como una herida abierta. Don Pedro, orgulloso e implacable, exige una condena ejemplar. Su mirada apunta más allá del culpable físico: señala con dureza a Marta, Tasio y Andrés. No los acusa directamente, pero su juicio es claro: han sido cómplices, por acción o por omisión. Las grietas en la familia De La Reina se profundizan.

En medio del caos, Carmen busca a Claudia. Intenta tocar el corazón de su hermana con palabras dulces, llenas de nostalgia. Habla del pasado, de la luz que aún cree ver en ella. Pero Claudia, distante, ha aprendido a desconfiar. Escucha… pero no responde. El abismo entre ambas crece, silencioso y cruel.

Lejos de ahí, Cristina guarda un secreto que la consume. Su rostro oculta una tormenta que solo Irene logra intuir. Como quien ofrece un refugio en mitad del dolor, Irene la anima a hablar. Y Cristina, con voz temblorosa, confiesa lo que la desvela: Gabriel la besó.

Ese nombre, cargado de peligro y deseo, cae como plomo entre madre e hija. Irene contiene la reacción, pero no puede ocultar su preocupación. Su consejo es claro: aléjate. A veces, proteger significa decir lo que no queremos escuchar.

Pero Cristina ya no puede ocultar lo que siente. Su corazón está dividido: entre la seguridad de su presente junto a Beltrán, y el torbellino que representa Gabriel. La atracción que siente por él, peligrosa y embriagadora, comienza a teñir sus días de duda.

En otra escena, Fina fotografía a Teo. Ese gesto inocente se transforma en algo profundo. En su mirada infantil, Fina ve reflejado un deseo que llevaba tiempo escondido: el deseo de ser madre. Por primera vez, se permite imaginarlo. El miedo no desaparece, pero la esperanza se abre paso, tímida pero luminosa.

Más tarde, en la tienda, Fina comparte la noticia que arde en su pecho: Marta y Pelayo serán padres. El silencio que sigue a sus palabras es más fuerte que cualquier reacción. Claudia y Carmen se miran, confundidas. Intuyen que hay algo que no encaja. Lo que no saben es que ese embarazo esconde un pacto, una mentira pactada que puede destruirlo todo.

En el laboratorio, Luis se muestra escéptico con el proyecto conmemorativo de Lavanda del Rey. Pero es Digna, firme y serena, quien siembra en él una nueva inspiración. Sus palabras, sencillas pero sinceras, logran tocar algo dormido en él. Y lo que parecía un gesto simbólico, empieza a sentirse como un acto de redención.

En el consultorio, Marta se enfrenta a Luz. Ya no puede seguir fingiendo. Le cuenta la verdad sobre su relación con Pelayo. Luz queda perpleja, procesando una revelación que cambia su perspectiva por completo.

Al mismo tiempo, Irene ya no puede callar. Acude a Damián y le revela la confesión de Cristina. “Gabriel la ha besado”, le dice. El golpe es inmediato. Damián, que había defendido a su sobrino con la ceguera que solo da la sangre, empieza a sentir que su confianza se tambalea. Lo que creyó leal, ahora huele a traición.

Mientras el huracán interno sacude a Damián, Gabriel y Cristina intentan darle sentido a su vínculo. Hablan. Se miran. Pero ya no están solos. Las sombras del juicio, del pasado, del deseo prohibido, los rodean. Y cada paso que dan, los acerca más al abismo.

Este capítulo no solo revela secretos. Los expone. Los arranca del silencio y los lanza al centro de la tormenta.

¿Puede una familia sobrevivir a tantas verdades no dichas?