“Ni las redes mejor tejidas resisten un golpe imprevisto… y Leocadia está a punto de descubrirlo.”
Desde hace meses, Leocadia Figueroa se mueve entre las sombras con la precisión de una reina sin corona. No necesita títulos ni galardones; su poder se sustenta en el dinero, el control, y una red de lealtades construidas minuciosamente, paso a paso. Pero incluso el imperio más calculado puede tambalearse cuando el caos llama a la puerta… y esta vez, ese caos lleva el nombre de Ángela.
El escándalo aún no ha estallado públicamente, pero ya se siente el temblor en los muros del palacio. Ángela, la hija indomable de Leocadia, golpeó al marqués de Andújar. Un puñetazo impulsivo, nacido de la furia y el dolor, pero con consecuencias impredecibles. Hasta ahora, Leocadia ha logrado contener las habladurías. Sin embargo, los rumores comienzan a escapar de su control, y lo que durante años fue su ventaja —el absoluto dominio sobre cada movimiento en La Promesa— comienza a resquebrajarse.
No es casualidad que, justo en este momento, la postiza haya traído al nuevo mayordomo, Cristóbal Ballesteros. Un hombre frío, meticuloso, sin pasado entre esas paredes, sin lealtades viejas ni voces que lo amarren. Él es su nuevo brazo ejecutor. Petra Arcos, otrora pieza clave del engranaje, ahora responde directamente a Cristóbal, y siente el aliento de su reemplazo detrás de cada orden.
Pero no es Petra quien representa la amenaza real. Es Ángela. Porque en una sociedad donde las apariencias lo son todo, un escándalo de esta magnitud puede acabar no solo con la reputación de una joven, sino con las ambiciones de toda su familia. Y Leocadia lo sabe.
El golpe no fue solo físico. Fue simbólico. La nobleza que ella intenta cortejar desde hace años —los duques, los condes, los señores de apellido compuesto— no perdonan una mancha de sangre plebeya, ni siquiera cuando proviene de una joven apasionada. Si la historia llega a la prensa, si las palabras se convierten en titulares, Leocadia perderá el único territorio que aún le queda por conquistar: el respeto social.
Eugenia ya se lo había dicho, con una mezcla de envidia y verdad incómoda: “Aún no tienes título, Leocadia.” Y esa herida, profunda, nunca cicatrizó. Leocadia puede controlar al servicio, puede manipular a Alonso, puede mover las finanzas como una auténtica regente, pero no puede borrar su origen ni el de su hija. Y eso, en un mundo donde el linaje lo es todo, es una sentencia.
La tensión se multiplica. Enora Méndez, la joven ingeniera del hangar, también se cruza con el poder silencioso de Leocadia. Independiente, con ideas propias, ha comenzado a brillar frente a Manuel, y eso no gusta a quien desea tenerlo todo bajo control. La guerra silenciosa entre ambas podría estallar en cualquier momento, sumando más frentes al delicado tablero que Leocadia intenta manejar.
¿Será demasiado? ¿Podrá Leocadia seguir ganando partidas en un juego donde las piezas ya no obedecen como antes?
La Promesa vibra al borde de la implosión. Porque los secretos ya no se esconden tan fácilmente, y los aliados de ayer se convierten en amenazas silenciosas. Cristóbal observa, Petra resiste, Enora responde, y Ángela… estalla.
Y en el centro de todo, Leocadia, reina sin corona, puede estar enfrentando su mayor derrota.
¿Crees que la caída de Ángela arrastrará a su madre con ella? ¿O Leocadia encontrará otra jugada maestra para salir indemne una vez más?