“Durante años, nadie se atrevió a mirar a Petra Arcos a los ojos. Hasta que llegó Cristóbal Ballesteros.”
En los pasillos de La Promesa comienza a gestarse un cambio silencioso pero implacable. La marcha de Rómulo Baeza no solo deja un hueco en el servicio, sino que abre la puerta a una nueva era. Una era en la que Petra Arcos, la mujer que durante tanto tiempo reinó sin oposición entre los muros de palacio, comienza a ver tambalear su trono invisible.
Cristóbal Ballesteros no ha llegado a La Promesa para hacer amigos. Su voz firme, su presencia sobria y su mirada de halcón dejan claro desde el primer momento que el tiempo del desorden ha terminado. Y su primera misión no deja lugar a dudas: vigilar, controlar y despojar de privilegios a Petra.
Leocadia, astuta como siempre, es quien mueve los hilos. Ha traído a Cristóbal bajo recomendación del duque de Carvajaliz y Fuentes, pero lo que realmente busca es desplazar a Petra, una pieza que antaño fue leal a Cruz Esquerdo y que ahora representa un riesgo constante para sus planes. Petra ya no es su aliada, sino un obstáculo incómodo que conoce demasiados secretos.
Desde su llegada, Cristóbal no se anda con rodeos. La obligará a rendirle cuentas directas, cortando así el poder flotante con el que Petra manipulaba al resto del servicio. Las jerarquías se redefinen y, por primera vez en mucho tiempo, la señora Arcos siente la presión de tener a alguien por encima que no teme enfrentarse a ella.
Pero Petra no es cualquier criada. Es una mujer curtida, estratégica y con una memoria peligrosa. Conoce cada rincón del palacio, cada traición, cada desliz. Sabe quién protegió a quién, quién traicionó a quién, y sobre todo, arrastra un rencor silencioso contra la marquesa Cruz, a quien culpa por la muerte de su hijo Feliciano. Un dolor que la consume, pero que también le da fuerza.
Si Leocadia supiera hasta qué punto ese rencor une ahora los intereses de ambas, tal vez vería en Petra a una aliada útil. Pero la postiza desconfía, y con razón. Petra ha cambiado de bando más de una vez, como un mueble antiguo que se reubica buscando otra esquina donde sobrevivir. ¿Puede confiarse en alguien así?
Cristóbal no está dispuesto a averiguarlo. Él llega sin deudas emocionales, sin pasados compartidos, sin hilos invisibles que lo aten a nadie. Para él, Petra es solo una subordinada más. Una que deberá aprender a obedecer… o caer.
Y es ahí donde nace la verdadera pregunta: ¿es este el principio del fin para Petra Arcos? ¿O asistiremos, una vez más, a una de sus maniobras maestras para resistir en la sombra?
Una cosa es segura: cuando el poder cambia de manos, las máscaras comienzan a caer. Y esta vez, Petra no podrá escudarse en su lealtad pasada. Está sola, bajo el escrutinio de un hombre que no le debe nada… y que no está dispuesto a tolerar su juego.
Porque si hay algo que define a Petra es su habilidad para sobrevivir. Pero incluso las más astutas pueden caer… cuando se enfrentan a alguien que no juega con las mismas reglas.
¿Podrá Petra conservar su poder o ha llegado finalmente su hora?