“Volverá a ser mi marido en todos los sentidos.”
Las palabras de María, dichas con una dulzura venenosa, caen como cuchillas sobre el alma de Begoña. No fue el golpe del ladrón el que más le dolió aquella semana… sino este: la certeza cruel de que Andrés había vuelto a su jaula.
El lunes amaneció con sabor a derrota. Begoña, todavía en pie tras la ruptura definitiva con Andrés, se sumerge en su rutina en el dispensario. Allí, entre frascos y recetas, encuentra un propósito que por momentos alivia su desazón. Pero la tragedia no tarda en llegar: un hombre desesperado, febril, irrumpe buscando medicamentos para su hijo. Su ruego se convierte rápidamente en amenaza. En cuestión de segundos, el dispensario se convierte en un caos de vidrios rotos y gritos. Begoña cae al suelo, inconsciente, vencida por un golpe tan físico como simbólico.
Mientras tanto, en la mansión, Andrés navega las aguas turbias de su matrimonio. María, atrapada en su rol de víctima, le suplica que vuelva a dormir con ella, no por amor… sino por control. Él, dividido entre la culpa y el deber, cede. Lo que sigue no es una reconciliación, sino una rendición. Andrés se acuesta al lado de una mujer que representa todo lo que ha perdido: su libertad, su deseo, su verdad.
La tensión también se filtra a otras estancias de la colonia. Claudia, aún afectada por la marcha de Raúl, intenta negar sus sentimientos. Pero Manuela, siempre perspicaz, no tarda en arrancarle una confesión muda: ese “no era más que un amigo” ya no se sostiene.
Y mientras unos amores mueren, otros sueños se tensan. Luis echa raíces en el futuro que imaginó junto a Luz: una familia, una casa, risas infantiles. Pero Luz vuela alto, soñando con congresos, revistas científicas, descubrimientos. La maternidad no entra en su ecuación actual. El desencuentro entre sus deseos deja un silencio espeso entre ellos, el primero real desde que están juntos.
La recién llegada Cristina, por su parte, se ve atrapada en un triángulo de apariencias. Beltrán le ofrece estabilidad, pero Gabriel, con su mirada afilada y sus palabras seductoras, la deslumbra como un personaje de novela. Irene, testigo silenciosa, intenta advertirle, pero Cristina ya ha cruzado la frontera entre la curiosidad y el deseo.
Damián, siempre vigilante, recibe la alerta de Irene y decide hablar con su sobrino. “Gabriel es ambicioso”, le dice, “y sabe usar su encanto”. Pero el patriarca todavía no conoce la mitad de sus intenciones.
El martes, el pánico estalla. Tasio encuentra a Begoña desmayada entre los escombros del dispensario. Su grito llama a vecinos y trabajadores. Cuando la noticia llega a Andrés, algo en él se rompe. Se lanza para salir, pero María lo detiene con una frialdad que hiela la sangre. “No tienes que ir a ningún sitio”, sentencia. La cárcel emocional de Andrés se cierra con llave.
En paralelo, Gabriel se acerca a María con un objetivo claro. Con voz baja y mirada penetrante, le exige que le revele los términos de su alianza con Don Pedro. Ella, lejos de retroceder, sonríe: “La información es poder… y tú tendrás que pagarla”. La batalla por el control está servida, y las reglas ya no son morales.
Pelayo también entra en escena con una propuesta arriesgada: ser padre biológico del hijo de Marta y Fina, pero dejando la crianza a ellas. Es un sueño noble, pero una revelación médica lo sacude todo. Marta podría no estar en condiciones de llevar a cabo el embarazo. La realidad médica se convierte en un nuevo monstruo a derrotar.
Finalmente, Damián intenta usar el pasado como trinchera, proponiendo una gran celebración del perfume Insignia por su 25 aniversario. Un gesto para reafirmar su poder frente a la amenaza de Pedro. Pero Luis, una vez más, siente que el ayer vuelve a eclipsar su presente creativo.
Y así, mientras el reloj avanza sin compasión, cada personaje queda atrapado en sus propios dilemas. Begoña, rota pero digna. Andrés, encadenado al deber. Cristina, seducida por lo incierto. Gabriel, a punto de mover la pieza final. María, triunfante… pero cada vez más sola.
¿Qué pasará cuando Begoña descubra la verdad tras el “regreso” de Andrés? ¿Cristina cederá a los encantos de Gabriel? ¿Y hasta cuándo resistirá Andrés antes de romper sus propias cadenas?