“No quiero que se marche sin recibir lo que merece: un adiós como los grandes.”
Con estas palabras de Alonso comienza una de las semanas más emotivas y transformadoras en La Promesa. Del 30 de junio al 4 de julio, el palacio vivirá despedidas con sabor a nostalgia, nuevas tensiones en los pasillos y la aparición de un rostro que llegará para desafiar el corazón de Manuel.

Todo empieza con una boda. Una celebración que no solo marca el cierre de un capítulo, sino que también lanza un mensaje: incluso quienes sirven desde la sombra merecen amor y dignidad. Alonso, decidido a que Rómulo no se marche sin ser honrado, organiza la boda entre el mayordomo y Emilia. Sin embargo, Petra, con su habitual rigidez, se opone a que los criados asistan a la iglesia. El conflicto social se hace visible una vez más, incluso en los días destinados a la felicidad.

Mientras tanto, Manuel parece ajeno a las celebraciones. Tras haber sido acosado y boicoteado por las señoritas de la villa, su ánimo está por los suelos. Cuando Enora aparece en el hangar con una propuesta amistosa, él la rechaza tajantemente. No está preparado para más conexiones… y su decisión deja perplejo incluso a Toño. ¿Por qué reacciona así ante quien parece venir con buenas intenciones?

Ángela, por su parte, se enfrenta a una encrucijada. Recibe una carta del marqués de Andújar, a quien agredió impulsivamente. La nota no es violenta, pero el mensaje es claro: habrá consecuencias. Lorenzo, siempre listo para manipular situaciones a su favor, le sugiere acudir a casa del marqués a disculparse. Atrapada entre la presión materna y la estrategia del capitán, Ángela accede. Así, sin saberlo, se convierte en una pieza más del juego de poder de Lorenzo.

Al mismo tiempo, en los rincones menos visibles del palacio, Catalina comienza a asumir un rol inesperado. Alonso le ha permitido colaborar en la finca, pero ahora va más allá: le ofrece a ella y a Adriano una responsabilidad sin precedentes. Es una señal de confianza, pero también una apuesta por el futuro de la Promesa bajo nuevas manos.

Samuel sigue atormentado por las contradicciones de Petra. Algo no encaja, y su búsqueda de explicaciones lo lleva a terrenos incómodos. Sin embargo, quien está a punto de tomar protagonismo es Toño. Ante la ausencia de Manuel, ofrece a Enora la oportunidad de aprender sobre aeronáutica. Enora no solo acepta, sino que deslumbra con sus ideas: propone mejoras en los motores, piensa más allá, sugiere cambios audaces.

Toño, temeroso quizás de ser eclipsado, le presenta a Manuel una pieza nueva… como si fuera idea suya. Es un engaño que podría tener consecuencias graves si se descubre.

Pero la tensión no se limita a motores y relaciones. López se prepara para una jugada de alto riesgo: deberá engañar al duque de Carril. Es una misión que lo supera, pero no tiene opción. El desafío podría costarle caro.

Y mientras todo se agita, el adiós de Rómulo se siente como un terremoto emocional. No solo se marcha un mayordomo: se va el alma de los pasillos, el testigo silencioso de cientos de secretos. Alonso, dolido, lo honra con un gesto inesperado. Y María Fernández, decidida a no partir con palabras guardadas, se atreve a abrir su corazón por última vez frente a Samuel.

La Promesa entra así en una nueva etapa. Las despedidas se mezclan con nuevos comienzos. Lo conocido se desvanece, y lo incierto aparece con fuerza.

¿Será Enora solo una alumna… o la nueva musa del heredero?
¿Toño caerá en su propia trampa?
¿Y podrá Curro asumir la pérdida de Ángela sin luchar por ella?

Esta semana, el palacio no descansará.
Y los corazones, tampoco.